El traqueteo de la público

 

«¡La culpa, ¡querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos que consentimos en ser inferiores!“: William Shakespeare, Julio César



Hemos tocado fondo. Lo sucedido con la concejala y presidenta del Concejo del Distrito de Cartagena, perteneciente al Partido Liberal, es el pico culminante de una crisis ética sin precedentes en la política local, que se viene agudizando desde la captura de un exalcalde y una excontralora en el año 2017, y el encarcelamiento de la mitad de la corporación edilicia distrital en el año de 2018.

Agustín Leal

Definitivamente, la cultura del traqueteo nos contaminó a todos los colombianos. Desde la música, la administración pública, el vestir y, por supuesto, la política, se ha impregnado de esa nefasta cultura. Se traquetea con la contratación pública, con la alimentación escolar, con la salud, con la educación, con los servicios públicos, etc. Pero en Cartagena hemos llegado al colmo: hasta de traquetear con la dignidad y majestad de la Presidencia del Concejo Distrital.

Creemos firmemente que llegó la hora de parar esto. Apenas estamos en el momento preciso para contener a estas empresas criminales que, a través del traqueteo de lo público, se han apoderado de la política, del gobierno y de la administración publica. Con el tesoro público en sus manos compran nuestras propias conciencias. Es decir, nos esclavizan con nuestro propio dinero, con nuestro bien más sagrados: la cosa pública.

Podríamos pensar que el debate electoral de Senado y Cámara es ajeno a la crisis política, moral y de gobierno que padece la ciudad de Cartagena, pero no. Por el contrario. Gran parte de la génesis de nuestras desgracias parten de allí. Las familias dueñas del poder y unos políticos recalcitrantes que se han apoderado de lo público imponen sus candidaturas con el dinero de los cartageneros y bolivarenses en general, sin la más mínima representación popular. Luego, estas mismas camarillas, se reúnen en recintos cerrados y se reparten el poder local: a unos, les corresponde la Gobernación del Departamento, el vellocino de oro; a otros, la Alcaldía de Cartagena; y como premios de consolación la Asamblea Departamental y el Concejo de Cartagena.

Como el Distrito de Cartagena cuenta con electores libres, dada su incipiente clase media, en los últimos años casi siempre el candidato a la Alcaldía, escogido a dedo por la clase política, es derrotado. Pero esto nos ha llevado a votar sin objetividad; muchas veces con odio y con extrema torpeza, hasta el punto de elegir a unos alcaldes que dan vergüenza repetir sus nombres, incluido el señor William Dau, quien es quizás uno de los peores errores electorales de los cartageneros y cartageneras.

Capítulo aparte merece la Gobernación del Departamento, un ente frio, oscuro, alejado de los ciudadanos y ciudadanas, una entidad que el constitucionalismo colombiano no ha terminado de comprender para qué sirve. Dada su lejanía del control ciudadano, a diferencia del Distrito, donde todos tenemos los ojos puestos, en la Gobernación se cuecen habas de todos los sabores y colores pero pocos miran hacia allá. Desgraciadamente, la indigestión de ese guiso la sufre es el Distrito de Cartagena. En esa entidad es donde nace la mayoría de los recursos que apalancan casi todas las candidaturas políticas, bajo la dirección maestra del chef (el gobernador) de turno. Allí han nacido los peores senadores y representantes a la Cámara del País y candidatos a la Alcaldía, así como concejales de Cartagena y diputados de Bolívar.

Esta es la razón por la cual las familias propietarias de la Gobernación llevan candidaturas al Senado de la Republica sin gozar de la menor aceptación popular, y una lista aplastante a la Cámara de Representantes con todas las probabilidades de elegir a tres de sus miembros, donde dos de ellos pertenecen a una misma casa electoral, y otra candidata es hija putativa de la familia que ostenta la Gobernación del Departamento.  

Los cartageneros y cartageneras tenemos que parar este esperpento antes que el desgobierno y la galopante desigualdad que viven la ciudad y el departamento permitan la entrada de gobiernos populistas que destrocen la gobernabilidad local o la democracia colombiana. Muchos de ellos, al igual que la clase política venezolana, no tienen nada que perder. Tienen suficiente dinero para vivir tranquilamente en el exterior.

El primer paso que hay que dar es frenar esta jauría hambrienta, voraz, de lo público. Para ello proponemos examinar minuciosamente las listas al Congreso de Republica. Consideramos que, con excepción de algunas listas alternativas al Congreso de la Republica, resaltando las que incluyen al Nuevo Liberalismo, Dignidad y, en el caso del Senado, al Partido Verde, etc, si no tenemos algunas de estas preferencias lo mejor es que los cartageneros y cartageneras votemos en blanco