La soledad política de Gabriel García Márquez

 



La soledad en la obra de Gabriel García Márquez, ha sido abordada por la crítica literaria de manera brillante, poco realista y sin escuchar al Premio Nobel. El mismo Gabo, se sorprendía de los vericuetos y simbologías que han usado sus críticos para analizar su obra culminante: Cien años de Soledad.

En este ligero ensayo tomaremos dos grandes paradigmas del entorno, político, sociológico y familiar que vivió el autor, para contextualizarlos en su ambiente literario: Álvaro Cepeda Samudio y Ernesto ‘Che’ Guevara, para desde allí, hacer una aproximación a la soledad, en la obra de Gabo.

Aparte de ese catálogo de autores norteamericanos y latinoamericanos, que ya todos conocemos y que influyeron mucho en la obra del Premio Nobel, como Hemingway, Faulkner y Juan Rulfo, encontramos a los miembros del Grupo de Barranquilla, especialmente, a su amigo Álvaro Cepeda Samudio. En Colombia, seria imposible hablar de soledad, ni del manejo del tiempo en la literatura, sin nombrar a este escritor.

En la obra de Cepeda, es la historia la que gobierna al tiempo y siempre está a su servicio. Por ello, es indiferente que el tiempo corra hacia atrás, adelante, en círculos o en ligeros bucles intemporales. Esa irreverente y caótica forma de manejar el tiempo, abrazada a la psicología de sus personajes, es lo que da relevancia a su trabajo literario, que es de una simpleza infantil y que consiste en, jugar a cortar, esa tendencia natural que tiene el tiempo de seguir en línea recta.

El ambiente hostil de la Colombia que vio nacer y crecer a esta generación de escritores, y para el caso de Cepeda, la dictadura patriarcal de su infame padre, crearon una rebeldía existencial, casi psicopática, que no solo marca toda su obra literaria, sino que los diferencia de los demás miembros del Grupo.  en este autor, que marca todo su trabajo literario. Pero el carácter conservador y confesional de la sociedad colombiana de la época, y de sus mismos núcleos familiares, los marcaron con la frustración de no poder luchar físicamente en contra del estado de cosas que los atormentaba.

Este ecosistema, alimentó dos tipos de soledad: esa soledad abstracta, enfermiza y autista, que confiesa Cepeda Samudio, en la cita a James Jones, que hace en su cuento: Todos estábamos a la espera, donde define a la soledad como la búsqueda de sí mismo. Esa búsqueda desesperada de nuestro yo, de nuestra identidad, de nuestra solución, tiene dos manifestaciones y un mismo tratamiento literario: la soledad enfermiza de Cepeda Samudio, ya comentada, y la garcíamarquiana, que difiere en varios elementos como pasaremos a ver.

El manejo del tiempo en García Márquez es mucho más disciplinado que en Cepeda. En sus primeras obras, se diría que fluye de forma casi natural, muy lineal, pero a medida que el autor penetra en lo mítico, que abandona el realismo a secas y se refunde en lo mágico, el tiempo también adquiere esa misma connotación y se torna espectral, muy difícil de asir.

Esto hace suponer a la crítica que en Cien años de Soledad y La Hojarasca el tiempo fluye de forma circular, siempre repitiéndose infinitamente; pero, en verdad, lo que ha pretendido el autor es crear un bucle, un torbellino intemporal, valido para todas las circunstancias en que las personas o la misma sociedad no encuentren la salida histórica a sus problemas.

Esta forma parecida y diferenciada en el manejo del tiempo, de estos dos autores, los separa literariamente en el tratamiento de la soledad. Mientras que en Cepeda vemos una lucha existencial, casi morbosa por encontrar el yo de la autorrealización; en García Márquez, la búsqueda de ese yo no necesariamente nos conduce a la reivindicación del individuo, sino muchas veces de la misma sociedad. En Cepeda, la soledad es un desequilibrio psicológico en ausencia de nuestro alter ego; para García Márquez, es la lucha del yo individual o colectivo con la frustración y el olvido. Es decir, para este autor, la soledad es un asunto meramente político.

Así lo dejó entrever en una conversación informal, que muchos llaman entrevista, que tuvo Gabo y Ernesto González Bermejo, por allá en la década de los 70, publicada bajo el nombre de: Y ahora Doscientos Años de Soledad. García Márquez en ese ambiente cordial de camaradería, en la ciudad de Barcelona, hizo unas confesiones extraordinarias, fundamentales para poder entender su obra literaria y que, de pronto, no se le ha dado su verdadero valor.

Creemos que, lo expresado por el Nobel, en esta entrevista, sepulta toda crítica y especulación de su obra literaria, distante a lo opinado por el propio autor.

Comienza Gabo, de forma relajada y espontánea a manifestarle a su interlocutor: en realidad, uno no escribe sino un libro...En mi caso, si es el libro de Macondo, que es lo que más se dice. Pero si lo piensas con cuidado, veras que no es el libro de Macondo, sino el libro de la soledad.

—¿La soledad como contracara del amor, de la solidaridad, como decías en el almuerzo? —Pregunta su interlocutor.

—Exactamente. No sé por qué los críticos no parecen haberlo notado mucho...

Posteriormente, en la misma conversación, García Márquez explica con mucha precisión, que lo que lo motivó a escribir Cien años de Soledad, es que la soledad es lo contrario de la solidaridad y manifiesta, para ratificar su argumentación: “Eso explica la frustración de los Buendía, uno por uno; frustración de su medio, frustración de Macondo. Y yo creo que aquí hay un concepto político: la soledad considerada como negación de la solidaridad”.

Aparte del interés literario de este ensayo, otra cosa que nos motiva a escudriñar, es la forma curiosa como se da la entrevista, en un momento en que García Márquez vivía en Barcelona y ya era un escritor importante.

Es Gabo quien va a buscar a Ernesto González, en su vehículo SEAT 1430, invita al almuerzo y con una curiosidad de niño en edad escolar, le dice: “Tú me entrevistas a mí todo lo que quieras y yo te entrevisto a ti sobre Cuba”.

En este hombre que nació bajo el peso de la Masacre Bananera de 1928, que vivió de cerca el surgir de la violencia en Colombia por la década de 1948, que cubrió para Prensa Latina, a escasos 15 días del triunfo de la revolución cubana, la Operación Verdad, que padeció en carne propia el macartismo de la guerra fría, no se ha estudiado por ninguno de sus críticos el impacto que han tenido estos hechos en su obra literaria.

Ese hombre que llega a Europa, a París, con el recuerdo muy fresco de la ocupación nazi, donde la solidaridad tenía un valor incalculable, debió sentir una frustración muy seria al ver y sentir una Colombia y América Latina entera, donde la no solidaridad de sus gentes había impedido resolver su historia.

Es esa frustración, ese olvido, ese desamor, esa historia inconclusa que refleja toda su obra literaria y que se encuentra resumida en el título de su discurso de aceptación del Premio Nobel: La soledad de América Latina. Su filosofía lo acerca de forma romántica a otro personaje de América Latina, Ernesto ‘Che’ Guevara que, como él, por vías distintas, trataron de resolver la historia inconclusa de esta gran tierra latinoamericana

La soledad garcíamarquiana es una soledad política, narrada desde la mitología de su realismo mágico.